Las mujeres deben exigir el derecho a ser tan inútiles como los hombres
Pilita Clark
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Pilita Clark
Todavía faltan días para el Día Internacional de la Mujer y ya me siento atrapada en la familiar sensación de agotamiento. Cada nuevo día trae otro correo electrónico o aviso que me exhorta a celebrar a una mujer inspiradora, imparable o generalmente espectacular. Sólo en Londres hay una física que conquistó el Monte Everest, una visionaria empresaria médica y una vegana cuatrilingüe cuya primera empresa salió a bolsa cuando tenía veintitantos años y quien trabaja en campamentos de refugiados en su tiempo libre.
No hay duda sobre la habilidad de estas mujeres. Tampoco hay duda de que el impulso hacia la igualdad femenina sigue siendo una obra en curso extremadamente lenta.
Fue impactante leer un análisis de la BBC de las nuevas cifras sobre la brecha salarial de género en el Reino Unido, que mostró que cuatro de cada diez empresas reportaron una brecha más amplia que el año pasado.
Esas cifras son un recordatorio de que celebrar a mujeres extraordinarias no es una garantía de éxito para las legiones de mujeres menos estelares en su búsqueda para avanzar.
De hecho, los números plantean una pregunta sobre por qué hacemos hincapié en los deslumbrantes valores atípicos. Por un lado, no todos podemos ser brillantes. También es agotador pensar que deberíamos serlo. Sin embargo, este es el mensaje que a menudo nos envían los mismos seres brillantes.
Orna Ni-Chionna es una de las directoras más experimentadas de Gran Bretaña. Como ex socia de McKinsey, con un MBA de Harvard, ha participado en los directorios de todo tipo de empresas, desde el grupo de atención médica Bupa hasta la casa de modas Burberry y, menos afortunadamente, Royal Mail, donde estuvo involucrada en la reciente revuelta de los accionistas por el pago a los ejecutivos.
Hace poco, escribió un reflexivo blog sobre la escasez de cargos ocupados por mujeres en las grandes compañías que incluía este llamativo consejo para mujeres: "En las entrevistas debemos ser el doble de capaces que los hombres para superar las lagunas en nuestros currículums y el riesgo percibido de ser diferente. No creo que nos demos cuenta de eso".
Esto es cierto, pero en 2019, también es intensamente molesto. ¿Por cuánto tiempo tendrán que demostrar las mujeres que son el doble de capaces que los hombres para salir adelante? ¿Qué se necesita para cambiar las cosas?
Dicho de otra manera, ¿por qué tantos hombres incompetentes se convierten en líderes? Esa pregunta es el título de un nuevo libro del profesor de psicología empresarial Tomás Chamorro-Premuzic, quien cree que los hombres ineptos se benefician de nuestra tendencia a confundir la confianza con la capacidad de liderazgo.
Él dice que los narcisistas dominantes, que son estadísticamente más propensos a ser hombres, encuentran que es más fácil saltar a los mejores puestos a expensas de personas más capaces, consideradas y humildes, que a menudo son mujeres, y debemos repensar la forma en la que juzgamos lo que constituye un liderazgo sólido.
Tiene razón. Puedo pensar en varias personas tranquilas y modestas, tanto hombres como mujeres, que han sido superadas en su búsqueda de cargos más altos por personas arrogantes e ineptas. Sin embargo, la creencia de que las mujeres son intrínsecamente más amables o mejores que los hombres es peligrosa. Esa mentalidad conduce al determinismo biológico, que siempre ha frenado a las mujeres. Y también está relacionada con el molesto impulso de ensalzar a las mejores y más brillantes en el Día Internacional de la Mujer.
Todo lo cual me recuerda por qué siempre he querido promover el Día Internacional de las Mujeres Horribles. En ese extremo del espectro, sería un momento para recordar a Parise Leandra Marciano Gale, la aspirante a modelo que se emborrachó tanto en un avión el año pasado, que cuando se bajó en el aeropuerto de Gatwick creía que todavía estaba en Marruecos.
En el sector de negocios, podríamos pensar en la directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, la vocera autodenominada del feminismo asertivo, cuya marca se desmoronó cuando se vio envuelta en una serie de controversias sobre la compañía.
No deberíamos olvidar a Elizabeth Holmes, la empresaria de 35 años que alguna vez fue aclamada como una Steve Jobs femenina, que ahora enfrenta cargos de haber estafado a los inversores en su startup de análisis de sangre, Theranos.
Desde luego, estoy bromeando. Pero hay un argumento serio en contra de la expectativa agotadora de que las mujeres siempre deben ser más capaces, más éticas, más generosas y más inspiradoras. Debemos exigir el derecho a ser tan incompetentes, flojas e inútiles como cualquier hombre. Ahí radica la verdadera igualdad.